martes, 8 de julio de 2008

Iniciación a la Acuarela VII: El trabajo

Tengo la antipática sensación de que, cuando un economista habla de tecnologías, comercio, finanzas internacionales, inversiones o cualquier otra actividad económica, para definir la economía mundial o regional, nacional, local...;...cuando un militar habla de "operaciones", "ofensivas", "campañas"... para describir una guerra...; cuando se habla de deportes, turismo, gastronomía..., arte..., siempre se olvida algo elemental (¿por evidente?): el trabajo, la dedicación humana.
En lo que al mundo del arte respecta, a la acuarela en particular, para el que subscribe, tiene más valor el hecho de pintar que el trabajo finalizado, la obra. Planificar la salida a pintar o la realización de una obra para tal o cual certamen, exposición o gustazo personal, es una gozada, un sueño, una tremenda ilusión. Pero la ejecución, es una tarea compleja, divertida muchas veces, sufrida muchas veces, exigente siempre... Es preciso mantenerse alerta, atento, concentrado... en pugna con la autocrítica, los cambios de planes, las decepciones momentáneas, el paso del tiempo, los cambios de luz, el público, las moscas, la sed... Una tarea épica, en ocasiones; un verdadero disfrute en todo momento, pero trabajo, sin duda; momento irrepetible de nuestra vida...
...Incluso implica cierto esfuerzo valorar la obra terminada y mantener, por años, esa valoración que, si hemos sido conscientes de nuestro trabajo, cuesta menos evocar.

Por eso, cuando miremos una obra de arte, una acuarela terminada, no busquemos el tópico de si está bién o mal, se ajusta a los modelos de acuarela pura, impura, moderna, clásica, birriosa, genial..., porque todo eso resulta palpable: Aprendamos a ver qué parte de su vida pone el artista en cada obra: obras hechas con corazón, con trabajo, con vocación...
Personalmente creo que, el verdadero artista busca, trabaja, experimenta...; el comerciante, logra, repite...

Turner, "The Ducal Palace, Porta della Carta", 1833

Sargent, "color" (h. 1910 ¿?)

John Marin, "Mountain, The Tyrol", 1910


Y, en esas tareas, una persona inteligente y sencilla se recupera, mas tarde, más temprano, de un fracaso; un necio, una persona ambiciosa, un soberbio, no se recupera nunca de un éxito.