domingo, 13 de marzo de 2016

LEYENDA DEL TAJO

(Reseña del montaje corporativo de la primera, y única hasta el presente, Exposición Colectiva de la Agrupación de Acuarelistas de Andalucía en el extranjero, descrita, en forma de notas anecdóticas sobre una acuarela de 100 x 87 cm, que reproduce una vista del país de acogida.
La Exposición se celebró en Abril-Mayo de 1996)

LEYENDA DEL TAJO


Este relato puede que no encuentre editor, pues plagia y revuelve las entrañas de los antiguos códices, si bien intenta sugerir documento y paisaje a un tiempo.
2008
Lo del abanico es una compañera de trabajo, jubilada el año escrito en rojo “ut supra”
13/XII/2010
Recuerdos, desde Andalucía, de una memorable jornada en la que, unos simpáticos y decididos miembros de la célebre y nunca bien valorada Agrupación de Acuarelistas de Andalucía se personan en Toledo para montar una exposición.
…¡Pues bien!: Creíamos que, con nuestro empeño y alegría, nuestra decisión y programa, podríamos dejar instalados un centenar de cuadros en dos impresionantes salas del edificio de Caja Rural…, si no fuera porque, el sistema disponible para el montaje de los cuadros, de usado y viejo, se rebelaba contra cualquier enganche y peso que quisiéramos incorporarle.  Recién instalado el cuadro, apenas nos disponíamos a colgar el siguiente y sucesivo, el anterior caía al suelo, destrozándose el cristal y, en ocasiones, el propio marco.


¡¿Alguien se puede imaginar la cara que se nos iba poniendo a los afanados encargados del montaje?!
Aquello de “¡tierra trágame!” circulaba de cerebro en cerebro como si de una tarea más de montaje se tratara.
Por supuesto, la pregunta “¿qué podemos hacer?” se intercalaba en nuestras conversaciones y desencanto, como prueba importante y señuelo de nuestra estupefacción, perplejidad y tímido impulso a un arreglo…
Poco a poco, poquito a poco, empezaron a aparecer las soluciones, siguiendo el proceso habitual (standard): primero, como “parcheado” (remiendos de cinta “de carrocero” aquí y allá); luego, constatando lo aleatorio (y precario) del sistema, recurrimos a “andar de puntillas”, “rezar”, “no mirar para atrás”…, aunque el estallido de un cristal en el suelo nos confirmaba la inutilidad de las reparaciones.
Al cabo de algún tiempo, acostumbrados, ya, a la tragedia, empezaron a fluir, fluir, fluir las soluciones definitivas: “¡Hay que reforzar el parcheado”; “¿Alguien tiene más cinta de carrocero?”
Auténticas bolas de cinta ciñeron cáncamos y barras, con tal firmeza que, desde ese momento, el ruido que nos aterrorizaba dejó de escucharse y, esa música, esa armonía que es el pensamiento confiado, comenzó a entonar una sinfonía que propició, incluso, merecidos aplausos…
Así, con paciencia, con la sumaria destreza del aprendiz de ingenioso ingeniero, en el margen de una mañana, con la inestimable y profesional ayuda de un cristalero cercano y más metros de cinta de carrocero que la Nacional IV, conseguimos montar nuestra primera (y única hasta el momento) exposición fuera de las entrañables y cálidas fronteras de Andalucía.


De cualquier forma, un trabajo así no pudo quedar sin recompensa: el calor abrió el cortejo al bar más cercano; pedimos varias jarras de fresca, fresquita cerveza, cada uno, y las vaciamos, sin orden ni protocolo, de un trago, la primera, con deleite las sucesivas, utilizando los interludios para recuperar la respiración y felicitarnos por ser tan burros…
A modo de epílogo: ¡No he hablado del viaje, ni de la amistad que nos une, ni del precio de la cerveza, ni de la ciudad de Toledo… No he querido hablar (tampoco) de la comida… Tampoco he querido hablar de la calidad de las obras expuestas…
(A modo de pie de imagen) “La ciudad de Toledo y el puente de San Martín, en interpretación ¡tela de libre!”. Pintado el 2 de Septiembre de 2010 y repintado y reescrito más tarde (tres meses después).