La experiencia
artística, la dedicación, te lleva a tomar conciencia una y otra vez de que, en el arte, tiene más valor el
proceso que la obra terminada.
La obra
terminada toma las riendas del proceso artístico cuando pretendemos obtener un
producto; en ese sentido, el repertorio de efectos, retoques, perfeccionismo,
ingenio forzado o empalagosa belleza dirigen más nuestro propósito que la
experiencia artística, la relación viva con el modelo, el aprendizaje…
|
Vincent van Gogh, Acuarela, 1890, Tate Gallery |
No existe una forma
única de aprender.
Por supuesto, no
existe una forma única de pintar las nubes, una de pintar los árboles…:
Aprender no puede quedar reducido a patrones, modelos o formas consensuadas…
Cada tema, cada rincón de este mundo te ofrece múltiples posibilidades.
Atención, observación, análisis, ensayo… conducen el aprendizaje.
El aprendizaje debe
surgir de la propia experiencia, del trabajo y del empeño, mejor en grupo que
en solitario.
El aprendizaje es
un proceso activo, sin término; la experiencia propia y ajena lo acompasan; el
trabajo continuo y ordenado mueven su engranaje…; condicionantes y contingencias rompen los estereotipos y "resabios"...
Y, en este pequeño
mundo del arte, como en cualquier aspecto de la existencia, el Mejor Maestro es
el que nos regala la percepción intensa de la Creación, a pesar de nuestras
torpezas y limitaciones…
Por tanto, el
problema del arte como actividad no está en “¡no sé pintar!” o “¡no soy capaz
de…!” sino en que, al tomar conciencia de mis limitaciones, me entretengo
evaluándolas, comparándolas y lamentándome, y me olvido de percibir a pesar de
ellas, a través de ellas…
Somos lo que
somos,; hacemos lo que podemos; pero, el regalo de la vida sigue estando
intacto para que todos participemos de él y hagamos de ella, nuestra
cultura, nuestra identidad.